Mi Casa: conectad@s con la comunidad
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Asistir a clases de pintura o danza, hacer gimnasia, hacer voluntariado en la parroquia o aprender a leer en la escuela de adultos. Estas son algunas de las actividades en las que les gustaría participar a las personas participantes en el proyecto Mi Casa en las provincias de Huesca y Teruel, dentro de las opciones que ofrecen los recursos comunitarios donde están ubicadas sus viviendas. Y así se lo han hecho saber a las conectoras del proyecto, cuya misión es lograr que estas personas puedan desarrollar una vida plena en sus barrios, como un miembro más de la comunidad.
“Estamos intentando sensibilizar a los recursos que ofrecen actividades a la comunidad. Queremos que entiendan que las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo tienen tanto derecho a participar en ellos como cualquier otra. Y que comprendan que, con apoyo, adaptación y buena voluntad, se puede conseguir que realicen aquellas actividades que les gustan en un ambiente natural dentro de la comunidad”, señala Belén Pardina, conectora comunitaria en los pisos que Valentia gestiona en Barbastro y Monzón (Huesca).
“La idea es que, dentro de cada recurso, se contemplen cuáles son los puntos de mejora de cara a la inclusión de estas personas y, entonces, tomar acción de forma personalizada”, apunta Belén Zarauz, conectora en la vivienda de Atadi en Teruel. Para ello, el equipo de Mi Casa visita los recursos comunitarios a los que desean acudir los residentes para poder conocer sus puntos débiles, pero también sus fortalezas, de cara a la participación e inclusión de las personas con discapacidad. “Y, a partir de ahí la idea es hacer una sensibilización especializada y ajustada a cada recurso y sus características”, explica Nerea Gracia, conectora en la vivienda de Atadi en Andorra.
La respuesta que encuentran las conectoras en los recursos no siempre es positiva. “En algunos casos, hay resistencias por los prejuicios hacia las personas con discapacidad intelectual, y rechazan su participación”, lamenta Zarauz. “En alguna ocasión, ha sucedido que, directamente, se han negado siquiera a darles la oportunidad de participar, por el simple hecho de ser personas con discapacidad intelectual, recomendándonos que acudamos mejor a un servicio específico” para este colectivo.
Sin embargo, aclara Nerea Gracia, “para este tipo de situaciones está el trabajo de mediación y sensibilización que hacemos las conectoras, para facilitar que se entienda la importancia de que las personas con discapacidad intelectual participen en espacios comunitarios, y no en solo en los segregados. Transmitiendo los talentos y capacidades de cada una de ellas tratamos de que cambie la percepción, más allá del estigma. Y, quien no lo hace ya, las pueda ver como personas capaces de aportar valor a la sociedad”.
Aunque las tres conectoras reconocen que este tipo de situaciones no suele ser la norma, sino la excepción. “En general, la falta de participación en los recursos se da más debido a ideas preconcebidas y a la poca información que tienen sobre las personas con discapacidad, que por una falta de apoyos real”, afirma Belén Pardina. Y, una vez que las personas responsables de estos recursos comunitarios toman conciencia, “muestran interés en mejorar”, añade.
“Generalmente, les tranquiliza saber que es un proceso basado en el acompañamiento, y que tanto el personal de atención directa como las conectoras, prestamos apoyos para intentar que la relación con la comunidad sea satisfactoria para ambas partes”, agrega Zarauz. Además, sostiene, “el simple hecho de hablar sobre ello, hace que reflexionen sobre si lo que ofrecen es inclusivo realmente, algo que en algunos sitios no se habían planteado hasta ese momento”.
Las conectoras de Atadi y Valentia aspiran a que sus actuaciones “inviten a la reflexión para lograr una inclusión real. La principal acción que pretendemos llevar a cabo es que la persona cuente cómo se siente en diferentes circunstancias y plantear una serie de preguntas al recurso para reflexionar juntos con la intención de generar una mayor empatía y comprensión de las dificultades con las que se encuentra una persona con discapacidad intelectual o del desarrollo, e intentar colaborar para mejorar la accesibilidad a todas las personas”, concluye Gracia.