Cansados, pero completamente felices, y con ganas de preparar ya la siguiente expedición. Así volvieron los integrantes del club de montaña Pasos Pirenaicos, del centro Ignacio Claver de Valentia en Martillué, de su primera ruta de montaña internacional, que les llevó a alcanzar en Marruecos la cima más alta del norte de África, el Toubkal, de 4.167 metros de altura.
Junto a José, Daniel, Andrea, Sergio, Georgina y Gerardo viajaban el guía de montaña y coordinador del grupo, David Ruiz de Gopegui, Tania Osanz, profesional de atención directa del centro, y Ane Herrero, sanitaria y voluntaria en el proyecto.
Los integrantes de Pasos Pirenaicos se enfrentaron así al Reto Marruecos, un trekking de seis días, entre el 29 de mayo y el 5 de junio, alrededor del techo del Atlas marroquí. Se trata de la primera ruta internacional y la más exigente para este grupo de montañeros que nació hace tres años y que ha realizado más de 30 salidas por el Pirineo, incluyendo varias ascensiones a picos de más de 2.000 metros de altura.
La experiencia, sin duda, ha marcado un antes y un después en el grupo. Como explica Sergio Sarasa, miembro del club de montaña, “este viaje nos ha unido mucho y nos ha mostrado que estamos mejor que nunca”. Además, coincide con sus compañeros en que “habrá nuevas rutas en el futuro que nos permitirán ver más lugares y conocer nuevas culturas”. Georgiana tiene claro que quiere “volver el año que viene a Marruecos, si se puede”, mientras que José ya tiene pensado cuál le gustaría que fuese el siguiente destino: Nepal.
Daniel, por su parte, destaca “la cultura y la belleza de los pueblos del Atlas” y reconoce el impacto que les causó ver las consecuencias del terremoto del pasado año. Gerardo admite que le ha gustado todo y que vuelve con ganas de emprender nuevas rutas cuanto antes. De hecho, para él, lo más difícil “ha sido la despedida”.
Como destaca su guía, David Ruiz de Gopegui, “ha sido una experiencia maravillosa”. Además, asegura que han logrado “el objetivo principal de este viaje, que no era alcanzar una cima, sino la experiencia de descubrir nuevas culturas, convivir con familias muy humildes, de las que hemos aprendido otras formas de vida, cómo se relacionan con el paisaje, cómo trabajan la tierra y con los animales…”.
Sobre el grupo, Ruiz de Gopegui confiesa que “nos esperábamos más dificultades a nivel emocional, sin embargo, han estado felices y todos han logrado superar el collado de los 3.600 metros, haciendo frente al cansancio y las dificultades del terreno”.